HISTORIA DEL BELEN





El origen del Belén

El Belén, o también denominado Pesebre, es uno de los símbolos cristianos más conocidos durante las fechas Navideñas. La representación del nacimiento de Cristo forma parte de una tradición de la Iglesia que se remonta a hace más de ocho siglos. Muchos son los que ignoran no solo el origen, sino el significado que encierra esta práctica que en muchos hogares se ha reducido a varias simples figuras o que se ha substituido por el árbol de navidad. Sin embargo debe ser un estímulo para los padres que les permite explicar con todo detalle el porqué y el cómo el Salvador del mundo se hizo hombre.



Al parecer el origen de los belenes se sitúa en plena edad media. Se cree que fue San Francisco de Asís, fundador de la Orden Franciscana, el iniciador de la representación del nacimiento entre los años 1200 y 1226. En la Navidad de 1223, estando en la ermita de Greccio, una fuerza divina lo impulsó a reproducir en vivo el misterio del nacimiento, para lo que pidió la autorización al Pontífice Honorio III. El hecho lo narra San Buenaventura y Tomás de Celano. San Buenaventura dice: "Tres años antes de su muerte, él (Francisco) quiso celebrar en Greccio el recuerdo del nacimiento del Niño Jesús, y deseó hacerlo con toda posible solemnidad, a fin de aumentar mayormente la devoción de los fieles. Para que la cosa no fuese adjudicada a manía de novedad, primero pidió y obtuvo el permiso del Sumo Pontífice" (S, Buenaventura, Legenda Maior, c. X, n. 7).









Francisco, ayudado por un soldado llamado Juan de Grecio, comenzó los preparativos 15 días antes del 25 de diciembre. Eligió un lugar abierto donde pusieron un paño blanco, igual que sobre un altar y llevaron una gran cantidad de heno. Luego trasladaron un asno, un buey y gran cantidad de otros animales. Nueve días antes del 25 de diciembre convocó a todo el pueblo para celebrar una misa en presencia de la representación del nacimiento.



"Se celebra el rito solemne de la Misa sobre el Pesebre, y el sacerdote gusta un consuelo insólito. Francisco, se revistió de ornamentos diaconales, porque era diácono, y canta con voz sonora el santo Evangelio; aquella voz robusta, dulce, límpida, sonora, arrebata a todos en deseos de cielo. Después predica al pueblo y dice cosas dulcísimas sobre la natividad del rey pobre y sobre la pequeña ciudad de Belén. Frecuentes veces, también, cuando quería nombrar a Cristo Jesús, inflamado de inmenso amor, lo llamaba el Niño de Belén; y aquel nombre de Belén lo pronunciaba llenándose la boca de voz y más aún de tierno afecto, produciendo un sonido como balar de oveja; y cada vez en el nombrar Jesús o Niño de Belén, con la lengua se lamía los labios, como queriendo retener también con el paladar toda la dulzura de aquella palabra".




El papa Honorio III concedió indulgencia a todos los que asistieron a la ceremonia y el heno que se ocupó para el pesebre sirvió para sanar a las personas a y a los animales. La idea de reproducir el nacimiento se popularizó rápidamente en todo el mundo cristiano. De los seres vivos se pasó a la utilización de figuras de barro y demás materiales. A partir de aquí, su uso se extendería en todos los conventos de la orden franciscana qué serían los encargados de exportarlos al resto del mundo. Sin embargo, el gran difusor sería el Papa Juan XXIII.

Desde aquel día, se celebra Nochebuena, imitando la inspiración de San Francisco de Asís, en torno a un humilde pesebre que recibe al Hijo de Dios. El Papa Juan Pablo II, en 1.986, a petición de las asociaciones belenistas de todo el mundo, proclamó a San Francisco de Asís Patrón Universal del Belenismo.





Otra versión asegura que el origen del pesebre puede encontrarse en las esculturas y pinturas que colmaban las catedrales y que servían para explicar a los fieles menos instruidos en las creencias cristianas. Por tanto en el pesebre el centro de atención debe ser el nacimiento. La necesidad de plasmar plásticamente el nacimiento de Jesucristo acompaña a todos los lugares que profesan la religión católica, entre ellas Italia, España, Francia, el Tirol austriaco, Alemania, la República Checa, Latinoamérica y Estados Unidos. Así, cada país aporta su propia idiosincrasia al belén.







Así, la primera representación data del siglo II después de Cristo, cuando en las catacumbas romanas de Priscila se representaba ya a la virgen María sosteniendo en sus brazos al niño Jesús. El Belén más antiguo que se conoce data del siglo III después de Cristo en el monasterio alemán de Füsen.



La primera representación española aparece a principios del siglo IV en la catedral de Barcelona.






A partir del siglo XVIII serían escultores como el murciano Salzillo, los catalanes Vallmitjana y Amedeu o los valencianos José Esteve Bonet y José Ginés los que crearían imágenes que posteriormente servirían como modelo para otras representaciones.

En la actualidad, la tradición de instalar belenes, se encuentra, afortunadamente aún más extendida y son cientos los conjuntos que se exhiben en iglesias, plazas, colegios, peñas, casas particulares. Las familias se lo transmiten de generación en generación y cada año enriquecen el pequeño patrimonio con alguna compra.





Estos días se pueden adquirir en los puestos de artesanía, montañas de corcho o escayola, palmeras, figuras de todo tipo, luces, ñoras, y un largo etcétera, que nos siguen sobrecogiendo, porque gracias al belén, fundamental manifestación de nuestro arte popular, cientos de figuras y animales que buscan la estética barroca, hebraica o el más moderno diseño, tienen por encima de todo un valor inviolable, el sentimiento religioso, el carisma de su significación: El Nacimiento de Jesús.






El Belén es el Evangelio traducido a las lenguas de todo el mundo. Es un pequeño mundo en el que se mezclan riqueza y miseria, devoción y folklore, tradición familiar y ritualidad






Si usted, todavía no ha montado el Belén, le animo a que lo haga. Y que lo haga en familia, compartiendo el bonito camino de “ poner el Belen”. Disfrutando del montaje y donde lo verdaderamente importante no es el resultao final sino los momentos compartidos.y saborear esos instantes finales en los que las figuras parece que cobran vida y nunca estan en el lugar que las colocamos sino que aparecen en otro lugar del belen.






¡¡¡Feliz Navidad!!!!